EDITOR: MIGUEL GRINBERG


ENTREVISTA (click acá)

9 de mayo de 2011

Iluminados por el fuego

(Foto Cristian Seligmann de El Acople)


OPINION - PAGINA 12

 Por Eduardo Fabregat

 LUNES 9 DE MAYO DE 2011

¿Ahora se entendió?

En los días posteriores al 30 de diciembre de 2004, en los debates que suscitó el uso de pirotecnia en recitales de rock y en los meses que siguieron, hubo que escuchar la misma, estúpida teoría: “En los recitales al aire libre no pasa nada”. No es lo mismo que Cromañón, dijeron quienes sostienen contra toda lógica la teoría de que el espectáculo se conforma de un grupo arriba del escenario y una proliferación de fuegos y banderas en el público. De nada servían los múltiples testimonios de personas quemadas por chispas, medio ahogadas por el humo, molestas por el peligro latente, ofendidas por la falta de respeto a los muertos de Once. Al aire libre no pasa nada, repetía el coro.
El 30 de abril, en el show de La Renga en el Autódromo de La Plata, al aire libre, Miguel Ramírez recibió un bengalazo en el cuello. El viernes 6 de mayo, los médicos que lo atienden diagnosticaron “muerte cerebral”.

¿Ahora sí se entendió?

Han pasado apenas unos días desde el anuncio de la Cámara de Apelaciones y las sentencias del TOC 24 sobre las muertes de Cromañón. Y aquí estamos, hablando otra vez de las mismas cosas. De quién estaba a cargo de la seguridad y el cacheo de los asistentes, que en este caso y para profundizar las sensaciones lleva el pintoresco nombre de Chacal Producciones. De por qué el público de rock tiene tantos problemas para tomar conciencia y aprender a cuidarse más allá del cuidado que deben tener los otros. De por qué no hay una actitud integral del medio hacia el tema de la pirotecnia: La Renga supo parar sus shows cuando apareció una bengala, el Indio Solari deja que el público “se exprese” libremente y hasta defendió el fuego en una entrevista de Rolling Stone. El viernes, un comunicado atribuido al Indio señaló: “Mi posición frente al juego de bengalas en los conciertos al aire libre siempre se sostuvo en entender que si esos fuegos artificiales se entendían como de extrema peligrosidad aún fuera de los locales cerrados, lo correcto y conveniente sería la prohibición de su venta al público y no el traslado del deber policial a los organizadores de los eventos. El control en estas reuniones multitudinarias se hace prácticamente imposible por el hecho de que el público no concurre al estadio sino hasta un momento cercano al inicio del show y en tan corto tiempo, entonces, se torna muy difícil el revisar exhaustivamente a los concurrentes. De cualquier manera y tomando en cuenta los accidentes que pueden ocasionar, les pido a quienes se acerquen a mis conciertos que se abstengan de su uso”.

Otra vez, la aparición de una víctima es lo único que viene a despertar conciencias. ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué nueva visión irresponsable vendrá a reemplazar ese “al aire libre no pasa nada”? Ya habrá quien se apropie de esas palabras del Indio y enarbole un “bueno, si el Estado no las prohíbe, la culpa no es nuestra”, reciclando de paso ese maravilloso deporte de echarles la culpa de todo a los gobernantes sin hacerse cargo de lo que a cada uno le toca.

Cuesta creerlo, de verdad. Desde diciembre de 2004, las discusiones alrededor de este tema fueron contaminadas por esa clase de conceptos engañosos, que no ayudaron a aclarar la cuestión de fondo. Ahora que hay otro joven en una cama de hospital, ahora que hay otra familia destrozada, ¿podremos discutir de verdad lo que hay que discutir? ¿Podemos dejar de lado, de una buena vez, las teorías que defienden lo indefendible, que disculpan lo que no puede disculparse, que se cagan en la historia reciente? 

¿Podemos recordar y subrayar que el rock es otra cosa, que las bengalas, candelas y tres tiros son el entretenimiento de imbéciles que babean ante el fuego y no ante una creación artística?

Ahora que tenemos otro muerto, ¿se entendió?




“El aguante” no se aguanta más

Fecha: 6/05/2011

El estado desesperante en el cual se encuentra Miguel Ramírez tras recibir un bengalazo en el cuello en pleno show de La Renga no debe hacernos perder el eje de la cuestión: las cosas que somos capaces de hacer por el rock.




Miguel Ramírez, última víctima del "aguante"

Y toda reflexión debe empezar por una autocrítica: los periodistas tenemos parte de la culpa por fomentar “la fiesta”. Fue tema de debate justamente esta semana con Nacho Girón y con Bruno Larocca en la presentación de la Revista Dale: durante mucho tiempo, los medios reflejamos lo que sucedía abajo del escenario, como si fuera más importante que lo de arriba. Y en buena medida, seguimos haciéndolo.
Dejemos de hablar de “accidente” porque no es un suceso eventual. Acá hay desidia, irresponsabilidad, delincuencia e impunidad. 

¿Por qué suponemos que tirar una bengala en un lugar abierto no trae riesgos? Acaso haya pasado mucho tiempo ya desde el asesinato del hincha de Racing en la Bombonera, en 1983, cuando la barrabrava de Boca tiró una bengala que impactó también en el cuello del hincha, que estaba en la popular de enfrente.

¿Ahora sí aprenderemos?

Es hora de cortarla. De pensar qué hicimos, qué hacemos. De discutir. De seguir pensando y de decidir qué haremos. Tenemos derecho a exigir no ya calidad artística, sino al menos un nivel de show. Con las condiciones adecuadas en el lugar para albergar a la cantidad de gente que corresponda.

Lo ocurrido en el Autódromo de La Plata no es igual a lo de Cromañón. A diferencia de La Renga, Callejeros incentivaba públicamente el uso de bengalas y, según consta en la causa, ayudaba a ingresar la pirotecnia al boliche.

Seguramente sea sincero el sentimiento de la banda tras lo sucedido el sábado. Y es elogiable que acompañen a Miguel y sus familiares. Pero más allá de eso, La Renga tiene su responsabilidad en la mala organización del recital. Un fan está agonizando y otros 59.999 vivieron una odisea inexplicable, insólita y peligrosa por ir a verlos. Debieron caminar 5 kilómetros por el barro y bajo la lluvia para entrar o salir del Autódromo. Debieron esperar durante horas para poder volver a sus casas. Eso no es “tener aguante”: es tolerar cualquier vejamen por parte nuestros ídolos, de aquellos que dicen preocuparse por nosotros y cuidarnos. 

Y encima, los defendemos ciegamente.

Que se entienda bien: no estoy mezclando a La Renga con la bengala. Pero si La Renga (o cualquier otro) sigue organizando los shows de esta manera, no debiéramos ir más. En algún momento tenemos que decir basta. Nosotros, los periodistas y los espectadores. No podemos seguir aguantando cualquier cosa en el nombre del rock. Así como nos indignamos porque TBA nos trata como caballos para viajar en tren también debiéramos hacerle saber a estas productoras de eventos masivos que no estamos conformes. Porque vamos a ser sinceros: viajar para ir a trabajar es realmente la diferencia entre la vida y la muerte.

Es cierto que, como dijo el Indio Solari, resulta prácticamente imposible revisar a miles de personas que pugnan por entrar a un lugar media hora antes de empezar un recital. Pero es un facilismo exigir que se prohiba la venta de bengalas por la sencilla razón que es inviable.

Un tipo con el carisma y los millones de seguidores que tiene Solari dejó pasar una oportunidad quizás única de quebrar esta lógica macabra: si hubiera condenado en serio a las bengalas, desde ese momento en adelante la historia sería otra. Habría sido tomado como palabra santa. Pero prefirió poner en primer lugar su reclamo hacia la venta de pirotecnia y la imposibilidad de controlar la situación en vez de hacer una autocrítica y bajar línea. Las palabras “les pido a quienes se acerquen a mis conciertos que se abstengan de su uso” suenan muy tibias para un momento como éste.




1 comentario:

  1. ADHIERO FERVOROSAMENTE LA NOTA NO MAS PIROTECNIA NI BENGALAS EN UN RECITAL DE ROCK. EN VILLA CELINA YA SE LAMENTARON MUCHAS MUERTES POR ESTE TEMA. LOS RECITALES DEBEN SER EL LUGAR PARA CONFLUIR CON GENTE QUE AMA ESTA MUSICA Y NO PARA PADECER DESGRACIAS.

    ResponderEliminar

Podés publicar mensajes al programa o a los oyentes, pero siempre con espíritu cooperativo, evitando los ataques o las pálidas. Sólo se publica lo incluido en el recuadro. Como perfil podés poner un nombre real o imaginario, o elegir "anónimo". Gracias.